Buenos Aires 27 de Noviembre de 1966
Buenos Aires 27 de Noviembre de 1966
LOS COMIENZOS DE LA MUSICA ARGENTINA
Por ROBERTO GARCIA MORILLO
Para La Nación – Buenos Aires
Como se sabe este año se celebra el sesquicentenario de la Independencia de nuestro país, lo que evidentemente puede constituir en el aspecto cultural un punto de partida, una referencia como para poder volver la vista a.C. atrás y establecer una especie de balance de la labor cumplida en ese lapso por nuestros artistas e intelectuales, y la trayectoria desarrollada en siglo y medio de existencia, con todas las alternativas y vicisitudes que ha atravesado la Nación. Nos parece oportuno por lo tanto echar ahora una ojeada a las primeras etapas de nuestra música, de comienzos bastante modestos, tal vez, pero que constituyen el basamento sobre el que lentamente se fue levantando luego el edificio de la música argentina. En el instante en que estalla la Revolución de Mayo, la actividad musical en el país era ya bastante movida y variada, consecuencia evidentemente de las iniciativas llevadas a efecto durante la época colonial, aunque manteniéndose desde luego en un plano muy simple sin mayores pretensiones ni preocupaciones de índole trascendental. La música era ante todo una actividad secundaria de mera distracción y pasatiempo. Este movimiento intuía sin embargo diversos factores constitutivos, en primer termino el aporte folklórico, pues paulatinamente se iba gestando entre nosotros un cancionero popular independizándose en parte (como una especie de anticiclón de la libertad política) del correspondiente a la Madre Patria, en base a dos corrientes principales, la europea (española y francesa) principalmente a través de Río de la Plata que luego se expandía por el interior, y la indígena proveniente del Norte.
El desarrollo y fusión de ambas corrientes va gestando y dando origen al elemento folklórico criollo. Así comienzan a precisarse algunos tipos de danza y canción, como el Cielito, la Madia Caña y el Pericón en la zona pampeana, y en el Norte la Zamacueca, el Triste la Vidala y la Baguala. Algunos de esos aspectos eran difundidos y desarrollados por los payadores, especie de trovadores nativos, que erraban un poco al azar entonando sus famosas payadas y contrapuntos, el mas conocido de los cuales fuera el puntano Santos Vega, fallecido en los primeros tiempos de la Independencia.
Al mismo tiempo florecían en los salones de las familias tradicionales, sobre todo entre los porteños, las piezas vocales e instrumentales de circunstancias que naturalmente, eran consecuencia de las normas imperantes en la organización social del momento, en los primeros tiempos de la época romántica y derivado también en parte de las formas europeas difundidas hacia ese momento, es la etapa en que se vulgariza el Minué, la Gavota y luego el Vals, y con acento mas criollo el Cuando y la Condición.
Estas piezas de salón, graciosas e ingenuas son fundamentalmente producto de aficionados, algunos de ellos bien dotados, a veces poetas y compositores al mismo tiempo, es un repertorio de tono amable entre sentimental y lírico sin mayor profundizan ni exigencia de valor artístico.
En los albores de la revolución, tenemos entonces esos dos factores, el popular y campesino y el ciudadano que descansa ante todo en la página de salón. Pero luego se les une desarrollándose rápidamente fruto de las circunstancias , un tercer elemento, el Patriótico que inmediatamente adquieren acento épico y exaltado, al conmemorar los aspectos salientes y los episodios de las luchas por la Independencia, abundante en incidentes dignos d ser cantados y ensalzados, ya se había tenido pocos años antes un anticipo, una primera culminación, un pretexto para desarrollar ese nuevo aspecto: Las Invasiones Inglesas, en las que criollos y españoles lucharon duramente hombro con hombro y afirmaron su derecho ante ellos mismos de prender imponer sus ideales respectivos.
La gesta patriótica, los largos años de lucha en los diversos teatros, con sus zozobras y momentos de triunfo, en multitud de hechos dignos de ser celebrados, en los que menudean los actos de valentía y arrojo de los soldados, bisoños en un principio y luego veteranos, provocaban una resonancia y un eco de fervor nacionalista y un entusiasmo particular en el animo de los incipientes creadores, poetas y músicos que procuraban encontrar un comentario oportuno a la magnitud de esas hazañas. Ello se manifiesta en el tono encendido de los poemas y el ritmo marcial y algo grandilocuente de los acompañamientos musicales a cargo de autores improvisados que con dificultad pueden llevar el titulo de “compositores”, y que procuraban suplir con entusiasmo y fuego su falta de técnica y de experiencia.
Cuentan entre ellos personalidades tan dignas de aprecio y estimación –por lo que han significado para nosotros- como los músicos Blas Parera, Bartolomé Hidalgo, Crisóstomo Lafinur, Pablo Rosquellas y en seguida Amancio Alcorta, Juan Pedro Esnaola y nada menos que Juan Bautista Alberdi así como los escritores y poetas Vicente López y Planes, Fray Cayetano Rodríguez, Rojas, Esteban de Luca y Juan Cruz Varela.
Algunos d ellos pueden figurar indistintamente, como decimos, en ambas especialidades.
La Primera canción de tipo revolucionario fue la Marcha Patriótica de 1810, “compuesta por un ciudadano de Buenos Aires, para cantar con la música que otro ciudadano esta arreglando”, parece que ambos ciudadanos no eran mas que el mismo individuo, el propio De Luca, que por modestia o por otras causas prefirió ocultar su nombre. Por su acento vibrante, despertó enseguida el fervor y entusiasmo de los criollos. Parecidas cualidades ostentan otras creaciones análogas, como nuestro Himno Nacional –encarado por supuesto desde el punto de vista estrictamente sonoro- y la “Azulada Bandera del Plata” -1818- que ofrecen atrayentes virtudes teniendo en cuenta desde luego el genero y la época en que nacieron.
En algunas de estas paginas se combinaban el elemento marcial con el folklórico, como ocurre con los llamados cielitos Heroicos, por ejemplo La Venida de la Expedición, de Hidalgo, donde se evoca la acción de Maipú, los textos de estos cielitos, consecuencia de las circunstancias del momento, en el deseo de menospreciar y zaherir al enemigo son a veces irreproducibles. Evidentemente el nivel poético de estas paginas ofrecía bastantes altibajos, y al lado de los fragmentos de innegable interés existían tiradas huecas y altisonantes, cursilerías que no tienen explicación dadas las condiciones en que fueron escritas.
No todas las creaciones eran de acento guerrero o patriótico, como es natural, y olvidándose de las luchas casi continuas, los autores encaraban temas mas generales y corrientes, como la cancioncita “El Plus-Café” de Manuel de Araucho o la Tirana, El Que Sin Amores Vive, de Florencio Varela y Rosquellas, cuyo texto es bastante poco galante, por cierto hacia el bello sexo.
Al mismo tiempo iban afirmándose otros ensayos relacionados con el arte de los sonidos, como los comentarios musicales para las obras habladas. Entre ellas figuras “El 25 de Mayo” (1912) , el melodrama o melologo “El Hijo del Sud” (1816) , “La Batalla de Pazco” por el General San Martin (1820), y Tupac-Amaru (1821) pertenecientes al autor Luis Ambrosio Morante cuyas partituras por desgracia se han perdido, parece que colaboraron en ellas Lafinur, Parera y José Zapiola. José Manuel Sánchez fue el autor de la música y los bailes para otra pieza de análogo carácter, “El Nuevo Caupolican” o El Bravo Patriota de Caracas (1815), nuevamente aparece Hidalgo el de los cielitos, firmando el unipersonal con intermedios de música, titulado “El Triunfo”.
Paralelamente empiezan a manifestarse páginas instrumentales, tímidas tentativas hacia un grado mayor de abstracción.
Encontramos así en 1816 la Marcha de la Guillotina, una adaptación de la Marsellesa a los que siguen varios minuetes entre ellos “El Veinte y cinco de Mallo”, Minué y Polca a Doña Gregoria, Minué de Alzaga, etc. Casi todos ellos son de autor anónimo, aunque algunos están firmados por el Maestro Antón Peluca y otros músicos. Son páginas de salón de modesta factura. Otra pretensión van teniendo en cambio algunas piezas instrumentales de 1822, como, los dúos para guitarra y clarinete, y guitarra y violín de Esteban Massini y las primeras composiciones para piano escritas por Juan Pedro Esnaola.
De 1821 es el melodrama Clarisa y Betsy , original de Juan Crisóstomo Lafinur, uno de los primeros ensayos de genero teatral compuesto por un argentino, cuya música ha desaparecido, lo que es de lamentar. El comentarista musical El Argos, señala que Clarisa y Betsy es una de las mejores piezas de las que se llaman melodramas, de aquellas que tienen bastante música y suficiente acción muda para demostrar que no son comedias, e igualmente diálogos para convencer que no son pantomimas. La prematura desaparición de Lafinur a los 27 años, victima de una caída de caballo, impidió seguramente nuevas realizaciones musicales de este poeta y aficionado ala composición, autor también en este ultimo terreno, de un Himno Patriótico y una Canción patriótica Chilena.
El español Mariano Pablo Rosquellas, violinista, cantante y empresario fue el fundador del teatro lírico en la Argentina, siendo el que realizo las primeras representaciones de Opera en forma completa comenzando por El Barbero de Sevilla de Rossini en 1825. Compositor igualmente, escribió en Buenos Aires algunas paginas interesantes para nosotros, como la opera El Califa de Bagdad (1826), Variaciones para Violín y Orquesta, la obertura El Pampero (que comenta una tempestad en el Río de la Plata), La Batalla de Argel, y la curiosa sinfonía de La Batalla de Ayacucho (1832), inspirada evidentemente en la Batalla de Vittoria de Beethoven y cuyos diversos movimientos dan cuenta de las evoluciones de ambos ejércitos y de las alteraciones de la lucha, incorporándose al final, algunos compases del Himno.
El periodo más importante desde el punto de vista musical, en Amancio Alcorta, se extiende entre 1822 y 1830, en que produjo casi las dos terceras partes de su obra, aunque lamentablemente estas páginas juveniles se han perdido en su totalidad. Por lo que puede apreciarse de su labor posterior en este campo, publicada en Paris, se trata de un compositor estimable, autor de páginas vocales e instrumentales, así como de música de cámara religiosa que evidencian gratas cualidades creadoras.
Juan Pedro Esnaola, muy prolífico, comenzó a escribir en forma asidua a partir de los 14 años, dejando obras en casi todos los géneros musicales. Entre las correspondientes al periodo que reseñamos figuran dos Grandes Sinfonías, en realidad oberturas, varias Misas, un Réquiem para orquesta, una Misa Sinfonía, Cavatina con acompañamiento a gran orquesta (1826), Salve, marcha fúnebre (1827), y diversas paginas menor. Esnaola continuo desarrollando luego sus posibilidades en las etapas siguientes.
El Autor de La Bases, Juan Bautista Alberdi, fue también músico sobre todo en sus mocedades, publicando numerosas paginas entre ellas figuran valses como La Minerva, La Candorosa, etc. Varios minués incluyendo los titulados Fígaro y Figarillo, el Duttino Bufo Don Roque y Don Tadeo, y numerosas canciones como el Extranjero Infeliz, Ella, El Bocado de Dama y muchas otras. Pero mas interesante es quizá su labor como musicólogo y critico musical. En el primer aspecto es autor de un tratadito de estética musical titulado El Espíritu de la Música en la Capacidad de Todo el Mundo, y un trabajo técnico “Ensayo sobre un método nuevo para aprender a tocar el piano con la mayor facilidad”, que data como el anterior de 1832.
Ejerció además Alberdi la critica en La Gaceta Mercantil, con el seudónimo de Un Espectador”, y luego en “La Moda” bajo otro seudónimo “Figarillo”.
Estas son en apretada síntesis las características de la música argentina durante las primeras décadas de la historia de nuestro país, a partir de la Revolución de Mayo y la Independencia, así como los principales autores que se ocuparon de cuestiones musicales. Hubo por supuesto otros aficionados que accidentalmente compusieron piezas, pero creemos que lo fundamental de este periodo aparece limitado a las figuras aquí mencionadas.
Constituyen estos músicos, tal vez bastante modestos pero animados por un sincero entusiasmo y deseo de dar forma a su necesidad interior de expresión, el impulso inicial de la escuela musical argentina, que a través de un siglo y medio de existencia ha ido evolucionando y perfeccionando sus posibilidades técnicas, acumulando poco apoco una producción multiforme y correspondiente a diversas tendencias y orientaciones estéticas que nos dicen de su vitalidad y de la inquietud espiritual que han animado y animan a sus principales representantes.
Bicentenario Argentino 1810-2010
www.bicentenario2010ra.com.ar
Archivo Historico del Bicenetenario Argentino
http://www.bicentenario imagen visual
El verdadero origen de nuestra cultura musical data de 1813, anterior a Esnaola. Manuscritos musicales estudiadas y peritadas por Isabel Aretz, conforman la historia mas antigua de nuestra tradicion. Declarados Documentos Acervo por el Estado Nacional, el gobierno argentino los ignora y niega el apoyo necesario para darlo a conocer. Es nuestra Historia, la de todos; que sin el apoyo de la ciudadania quedara nuevamente en privados. Cultura y Educacion para el Bicentenario 2010 que no genera costos adicionales y nos enriquece a todos por igual.
COMENTARIO: HE CONSEGUIDO LAS NOTAS QUE FIGURAN EN EL VIDEO, SERÁN EDITADAS EN EL BLOG A LOS LARGO DE TODO EL MES DE MARZO, INTERCALÁNDOLO CON MATERIAL DEL RESTO DE LOS LENGUAJES ARTÍSTICO.
SOLICITO A LOS ESPECIALISTAS DE MÚSICA, DANZAS Y TEATRO ENVÍEN LAS DEBIDAS CORRECCIONES EN CASO DE HABER ERRORES DEL MATERIAL PUBLICADO, YA QUE A MÍ CRITERIO PARECEN DE CALIDAD... PERO TAL VEZ NO LO SEA (SOY DE PLÁSTICA).
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